viernes, 25 de noviembre de 2011

El hombre gris III

El hombre gris se muestra sereno, paciente y de buena voluntad. Pero por dentro, se muerde la lengua para no contestar una barbaridad, pensar en voz alta o manifestar su fastidio con la gente.
El hombre gris considera que tiene mucha mala suerte. Con cada mínimo inconveniente que se le presenta, crea máximas o leyes (él las denomina "leyes de Murphy urbanas"), y considera -en realidad, está firmemente convencido-, que las circunstancias se le van a presentar siempre de esa manera. Por ejemplo, si esperas un colectivo en la misma parada donde pasan otras 3 líneas más, seguramente pasen dos o tres unidades de esas líneas antes que llegue, repleto de gente, el colectivo que esperas. Si tienes que hacer un trámite en una oficina, el día que te presentas no atienden. Si atienden, seguro tu trámite se realiza en el mostrador que exhibe la fila de gente más larga. Si encuentras vacío un asiento en el colectivo, y te sientas del lado de la ventanilla, al lado se sentará alguien de grandes dimensiones a quien seguramente debas luego pedir permiso para bajar en tu parada. Pasas desapercibido para tu jefe casi siempre, aunque seguro el día que llegaste tarde te estuvo buscando desde hace horas. Justo el día que faltas a tu trabajo, festejaron los cumpleaños y la empresa repartió -a los presentes, claro- regalos empresariales.
El hombre gris nunca leyó nada sobre inteligencia emocional, ni cómo controlar las emociones. Tampoco indagó sobre el poder de la voluntad, ni de la capacidad de tomar decisiones. Escuchó nombrar a la autoadministración y pro-actividad, pero no se interiorizó sobre el asunto.
Sin embargo, él sabe mostrarse siempre sereno, paciente y de buena voluntad. Cree que podría dar cátedra al respecto frente a un auditorio repleto. Lástima que al finalizar le harían preguntas tontas que tendría que contestar con la mayor amabilidad...

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